lunes, 23 de enero de 2012

Sueños y pesadillas


Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar 
 Antonio Machado



Pocas veces se lo he dicho a alguien, pero mis pesadillas siempre suceden en el mismo lugar. En mi casa de Turrialba. El porqué no lo se exactamente, debe estar relacionado a algo con mi infancia. De fijo cada uno de ustedes debe estar sacando una conclusión diferente. No es que no me importe, pero no quiero saberlas, esto de las pesadillas sucede y a veces me matiza y otras veces no.

Entonces cuando estoy en medio de un sueño y de repente me veo en alguna parte de mi casa, que en realidad es de mis padres, ahí se inmediatamente que alguna vara fuera de lo normal va a suceder.

Por ejemplo, hasta la edad de 15 años tuve siempre el mismo sueño repetitivo. Salía de mi casa y cuando empezaba a caminar hacia una montaña era siempre el mismo desfile de personas vestidas de negro con un carro funerario adelante. Nunca vi sus caras, era tétrico, casi como si fuera dibujado en blanco y negro. La naturaleza eran piedras y montañas grises. Un camino de polvo. Siempre subíamos poco a poco sin saber cual sería el final. Yo sabía que no tenía que ver dentro de la funeraria.

Luego vinieron otros sueños siempre como relacionados con el fin del mundo, un tornado frente a mi casa con naves espaciales volando en los alrededores mientras luces iban y venían como si fueran disparos de energía que hacían temblar toda la casa. O encerrado en el baño a la espera de que algo fuera de este mundo entrara sin anunciar. Tuve que haber visto mucha TV en esos tiempos. 

Las pesadillas fueron cambiando conforme iba madurando. Hoy en día son un poco aburridas, porque son como reales. Disparos, asaltos, accidentes, puertas que no llevan a ningún lado, caras que no podemos ver de frente, búsquedas que nunca terminan, huir de algo que desconocemos y hasta convertirme en papá con una mujer que desconozco. Ser político o árbitro. La cosa es que así como extraño mucho mis pesadillas turrialbeñas, así tambien extraño los lugares que crearon los escenarios para mis más bellos recuerdos.

Hablo de esto porque claramente en SEKA siempre hemos sido muy orgullosos de nuestro pueblo. No se si sucederá en la mayoría de los grupos nacionales, pero nosotros tenemos muy aferrada nuestra identidad. No vinimos de la ciudad, no. Nuestras raíces están allá, en la zona rural donde las montañas son nuestras catedrales, donde los ríos son carreteras y donde la pobreza pasa de ser una condición de desigualdad, a mas bien la igualdad de la mayoría.

Crecimos en barrios con historia, de gente que se conoce, de vecinos que luchan por su desarrollo, donde las puertas nunca se cierran, donde las ventanas pasan las noches abiertas, donde nadie se roba las macetas en los corredores y donde los vehículos no necesitan garajes. Donde cualquier polvareda es una cancha de fútbol, donde la lluvia es refrescante, donde el único sonido perturbarte por las mañanas es el canto de las aves, donde la gente duerme por las tardes, donde se comparten los cumpleaños, donde todos se conocen.

No hablo mal de la ciudad, solo digo que en la zona rural claramente el desarrollo de la vida es diferente. 

Por eso cuando creamos la canción Turrialba sabíamos que nos iba encantar a nosotros. Nuestro himno. Pero cada vez me sorprende cómo la música puede hermanarnos con el público. No crean que no ponemos atención a lo que sucede en los conciertos. Muchas veces sentimos como los nervios o la adrenalina recorre nuestro cuerpo cuando la tocamos y cientos de personas la corean como si fueran de ahí. Como si hubieran andado en bicicleta con nosotros, como si se hubieran enamorado en las afueras de la hacienda el Poró. Como si conocieran a mi abuelo, a su caballo blanco, a mi abuela poniendo cuidado a las noticias día a día.

Siempre he pensado que la canción es muy localista y que claramente no tendría proyección internacional. Pero con el pasar del tiempo menos me importa, si siempre me recuerda sueños y pesadillas.





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