domingo, 29 de julio de 2012

Tres


I


Acostado, horizontal; 
siento como se levanta un sol negro desde el oeste,


las estrellas perplejas deciden apagarse,
las nubes abren paso a la oscuridad 
mientras la noche asciende
llorando amargos ríos de muerte


II


Olores nauseabundos 
se escapan de la tierra
se filtran agonizantes en búsqueda de almas nuevas


Cadáver sombrío 
sonrisas borradas por horrorosa mueca
nos recuerdan el paso de la vida 
y como nuestras manos la desbocan


III


La pena en su estado de emergencia
alerta inconsciente


a ratos nos frecuenta con tanta inspiración
tanta insistencia
que se sienta al borde de la mesa
a esperar como nuestra carrera por la ambición
y nuestro temor al que dirán
de ella se alimentan.

viernes, 6 de julio de 2012

Te fuiste hace un año




Siempre hay una primera imagen cuando a uno le preguntan que recuerda sobre algo: En el caso específico de mi abuelo Melico, la respuesta podría durar días, semanas, meses y años.
Desde los recuerdos de mi madre, pasando por cada uno de los miembros de la familia Zamora Núñez. Desde el día que en una travesura alguna de mis tías se cayó desde lo alto de un árbol o una palmera. Hasta el día  que caminando por la playa de Puerto Vargas donde estábamos acampando, el viejo metió su patota en un hueco con caca de  alguno de nosotros.

Pero bueno, me toca a mí y para no hacer esto demasiado largo empezaré por mis recuerdos más antiguos. El primero una foto de abuelo montado en un caballo blanco, que de fijo alguien debe recordar el nombre. Siempre me impresionó y hoy me sigue impresionando. Representaba lo que era para mí. El líder, capataz de la hacienda, el guerrero que cabalgaba delante de todos nosotros. Siempre entendí desde muy niño que si abuelo no hubiera nacido nosotros no existiríamos. Que importante eso de ser líder.
La otra imagen que tengo es de una foto casi amarilla que debe conservar mamá donde salgo yo en la playa de Puntarenas en los 80s. No se si sale abuelo específicamente, pero estaba ahí a la par de nosotros. Lo recuerdo perfectamente. Yo vestía una gabacha tipo panameña color blanca. Su importancia radica en que si hay algo que valoro era esa necedad de abuelo por las excursiones. Darse mala vida con esa vaina, que al final todos disfrutamos de alguna forma. Hay que estar bien convencido para meterse en una empresa como esa y creo que eso heredé de él, esas ganas de siempre andar paseando. Ir a Puntarenas, a Quepos o Manuel Antonio, pero ir a la playa y tratar de pasarla bien con lo poco que había.

Vuelve a referirme la figura de líder y bueno, ya comente lo de puerto Vargas que anda por ahí también.
No se si estoy en lo cierto, pero me gustaba creer que para abuelo yo era importante. Por el echo de ser el nieto mayor de la familia. Nunca nadie lo dijo y espero que nadie diga lo contrario, pero siempre me gusto ese título.
Algunas señales formaron ese pensamiento y al final también me terminaron modelando como ser humano. Abuelito me buscaba a mí o yo me iba con él a meter a la casa de Mengo (mi padrino). Con una caja de cassetes llegaba a robarle toda la música que pudiera. Y pasaban horas hablando de música. Yo observaba, escuchaba y me divertía. Recuerdo ver los discos de acetatos dando vueltas y ver las portadas que me llamaban poderosamente la atención. Creo que eso también me formó como músico, porque al chile que me gustaba ir con él a robarnos esa música.

Finalmente, nunca podre arrancar de mi mente cuando lo visite a escasos días de viajar a Argentina en el 2007. Fui a contarle y a conversar como lo hacía algunos domingos. Sentados en la ya la nueva casa, me pregunto si llevaba sombrero o gorra a Buenos Aires. Le dije que no. Inmediatamente fue al cuarto y saco cuanto sombrero y gorras tenía para que me probara una a una. La verdad ninguno me gusto, pero a  él le parecía que un par eran los adecuados para llevarlos en mi viaje. Tenía dos razones, me dijo que la gente de esos lados de Argentina eran muy educados y que así como en el pasado en Europa, todos usaban sombreros. Que eso hablaba de la educación que tenían los suramericanos. Luego me aseguró que si me llevaba el sombrero que decía “costa rica pura vida”, sin duda me iba abrir muchas puertas a donde fuera. Que los argentinos tenían un buen concepto de nosotros y era mejor andar identificado.
La gorra me la dio, pero no la llevé.

Por suerte pude tener un abuelo a quien querer. Después de tantos años, yo quisiera tener aún a esa figura paterna, a ese tipo de hombre lleno de sabiduría popular para que me diera uno que otro consejo o por lo menos me escuchara cuando no tengo quien.

Melico no morirá nunca en mi corazón.


Posdata: Siempre le lleve la contraria. Él era de la liga y yo de la S.