lunes, 5 de abril de 2010

Tiempo al Tiempo

Foto: Esteban Rodriguez 1998.
El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños. Eleanor Roosevelt (1884-1962) Defensora de los derechos sociales.

Los radios

  
Imagino que tuvo que ser en navidad cuando mis papás me regalaron un par de woki tokis (walky talky). Lo digo ya que por suerte, los regalos en mi casa nunca fueron muy importantes. 

Pero de niño, en navidad siempre hubo algo bajo mi cama y claro, con aquel par de radios, vi como la tecnología había llegado a nuestras manos. Amarillos con negro y antena de plástico y hule, se convirtieron en un juguete en el que pasaba horas hablando con mi hermana o primos y vecinos. Hola hola!! Aquí yo!! Allá quien!!.

Lo que quiero recordar es el día en que me escapé sombreadamente y subí por el árbol de cas que había detrás de mi casa y tras mover una escalera me encaramé sobre el techo. De ahí se veía todo el barrio y un poco de Turrialba, pegaba un viento fresco y fuerte. Ántes de tomar la decisión me fije bien si no fuera a llover por temor a un rayo, pero hacia sol, de ese quemante turrialbeño que azota como si fuera castigo.

Camine poco a poco entre las latas de zinc, poniendo cada piecillo sobre los lugares donde habían clavos. Lo recordé de una vez que vi a papá subir para arreglar la antena de televisión que estaba en el puro centro de mi hogar. Mi meta: pues la misma antena de televisión. En la bolsa de mi pantaloncito corto llevaba uno de los radios y un cable metálico oxidado que encontré en la bodega de la casa. Justo cuando me agarre duro de la antena, llevé el radio hasta ella y lo amarre con el cable y lo encendí. Mi sueño, escuchar algún idioma extranjero, comunicarme con el mundo exterior, dar con alguna radio extranjera o televisión china. También imagine poder escuchar las conversaciones telefónicas privadas de mis vecinos, pero no paso nada.

Mi atari

 Jamás tuve uno, primero que todo. Recuerdo haber conocido uno en la casa de mi amigo Juan Carlos Zúñiga con el que muy a veces dejaba prender y disfrutar viendo como jugaban. Como todo niño, deseaba no solo poder jugar con tanta experiencia, sino tener uno en mi propia casa. Lo cual ya sabia que seria imposible. Fue así como un día de tantos decidí construirme uno para mi y así no sufrir. Me encerré en mi cuarto y arranque una hoja de block rayado que usaba para estudiar en la escuela. Sobre ella hice una larga línea atravesándola en forma horizontal. Luego de cada lado dibuje lo que para mi eran dos vehículos de carreras. Uno pintado y el otro en blanco y negro. Luego con detalle describí a los lados de ambos vehículos algún tipo de mensajes como de alto, adelantar y peligro. Todo en español claro. Con el dibujo listo, prendí el televisor blanco y negro que había. Era negro con café y era de los que aun tenían algunas partes de madera o playbut que ya empezaba a dejar salir un montón de bolitas de madera, producto del comején. Lo prendí y moviendo la perilla redonda que tenia a un costado puse el canal 5, donde no entraba nada más que esa interferencia blanca y negra que me parecía un arenero bullicioso. Con tape pegué mi dibujo sobre la pantalla del televisor y con un palo al que le había pegado la tapa de una pasta vieja, empecé a jugar. Imaginando rutas muy difíciles y que el mismo juego competía contra mí. Así pasaba horas encerrado en el cuarto ejercitando la imaginación y los sueños.

La manivela


 Papá siempre fue un mecánico destacado. Tanto que se graduó y hasta le llegó el título de San José, de una academia automotriz que enseñaba por correo a larga distancia. Por eso siempre habían repuestos y cosas viejas de vehículos en la casa. Así fue como llegó la manivela enorme de color negro que se convirtió también en mi juguete preferido. Nuevamente me metía en mi cuarto y en la puerta que daba al patio trasero me sentaba con la manivela entre mis pies y empezaba a manejar. Quería ser chofer de bus, saludando amigos imaginarios, ayudando a los niños a subir, viendo a las mujeres bonitas y dando los vueltos correctamente. Primero hacia la ruta de bus que llevaba al centro de Turrialba y que conocía perfectamente, pero luego fui mas allá. Empecé a destruir fronteras, por lo que fui a Guatemala, a San José, al estadio nacional, a la basílica, a México y hasta cruce el mar para ir a España. Todo sentado desde las gradas de mi cuarto, de frente a los pinos de la finca cafetalera que siempre he visto hasta el día de hoy.

Tiempo al tiempo


 Hoy casi no podemos vivir sin teléfono celular y hasta ya puedo hacer las llamadas internacionales que siempre soñé. Hoy no solamente los juegos electrónicos nos siguen sorprendiendo, sino que colecciono películas y documentales que puedo ver en el televisor de mi casa divirtiéndome y viajando en cada uno de ellos alrededor del mundo desde mi sillón. Hoy puedo asegurar que por mi trabajo, conozco cada rincón de este país y uno que otro lugar de América. Tiempo al tiempo, dice Fito Paez. Es cuestión de paciencia. Nunca pedí ver cumplidos esos sueños y hoy forman parte normal de mi vida. Son esas rarezas del mundo, esos indefinidos porque suceden las cosas?? Los que me asombran y acompañan cada vez que me pongo una meta. Parece no haber imposibles, solo en nuestras mentes. Si el destino me trajo cosas que nunca pedí, como será mi mundo, si lucho por lo que quiero?? si salgo a conquistar mis sueños???