miércoles, 3 de marzo de 2010

Caminando como decía Blades


Siempre me he considerado un buen caminante.
La gran mayoría de los días desde marzo del 2001, atravieso caminando el centro de San José. Camino y camino y camino. Me gusta. Disfruto la individualidad que le regala a uno la multitud y mi paso sucede a horas estratégicas. Muy temprano y muy tarde.

Y cada vez que camino recuerdo cuando era joven, vivía en Turrialba y no tenia un colón en la bolsa. Muchas veces en el colegio me aseguraron que algo me pasaría por esas largos recorridos, pero la verdad que mi pueblo ni siquiera inseguridad me brindaba.
Llego la universidad y ahora me tocaba caminar en la capital, ajena, desconocida y por supuesto con miles de historias terribles de cosas que me iban a suceder. Vivi mis primeros años en el barrio San Josesito de Curridabat y aunque llegaba después de las 9 de la noche en una terrible oscuridad de calles de polvo y sombras que se movían en las esquinas, nunca tuve que enfrentar ningún susto o mejor dicho asalto.

Luego viví donde hoy esta una empresa de cable frente a un taco bell en la salida a Tres ríos y Cartago. Debido a lo limitado del dinero que me daban para toda la semana y los estudios, decidi seguir practicando mi terapia del caminar. Ahora, lo llamo terapia ya que aquí empiezo a utilizar un viejo walkman que se convirtió en mi mejor compañero durante toda la universidad. Es así como a las 5 de la tarde iniciaba la marcha desde Curridabat hasta San Pedro y a a las 9 de la noche el regreso igual.
Hoy casi 15 años después, sigo caminando, sigo con mi terapia, esta vez el escenario el centro de San José. Miles de personas la recorren a diario, desde los peinados extraños, turistas locos, perdidos, encontrados, parejas, jóvenes, niños, adultos, transtornados, vagabundos, piedreros, estudiantes, alcohólicos, bellas, pastores religiosos, el viento alicio, las palomas, músicos y uno que otro perro andariego….

Todos llevan su ritmo. Somos una gran comunidad de caminantes, pero todos con un rumbo diferente. Cada uno solos en si mismos. A veces pendientes de nuestro alrededor y otros lejanos sin mirar siquiera a quien va detrás o al lado. Me acompaña hoy un ipod, que sin duda ha sido un gran avance para dejar de cargar cds en el bulto.

Lo cierto es que estos mares de gente se convierten en una gran terapia, en una gran medicina para quienes ya muy tarde por la noche regresamos a casa quizás cansados del entorno laboral y los problemas en la cabeza. Por eso paro a veces a sentarme en la plaza de la cultura o frente a la Universal, a comerme un churro en la churreria manolos, un pedazo de pizza ahí por las paradas de San Pedro, ir al Morazán a dejar los minutos pasar y ver a los locos que hacen maromas, enfrentar el viento que azota ahí por el Banco Nacional, ver las flores del roble sabana y su color rosado por las noches, saltarse un semaforo en rojo, encontrar un amigo en algun café, observar al hombre que se hace pasar por estatua, a los que tocan guitarra y tambor, a los cristianos que los viernes sacan toda la banda a la avenida, las parejillas de la cultura, ver discos quemados sobre la calle y hasta los gringos de la mano con guapas señoritas entrando en los hoteles del centro, respirar el smog de la ciudad que por unos minutos me distrae de la normalidad.

Caminando, se aprende en la vida. Caminando, se sabe lo que es.
Caminando, se cura la herida, caminando, que deja el ayer.
- Ruben Blades.