martes, 1 de junio de 2010

De poetas, músicos y marimberos


A don Carlos Suárez lo conocí una tarde de junio del año 2008 allá en su pueblo, San Rafael de San Ramón. Yo vi su figura en lo alto de aquella cuesta y apenas me vió bajo en carrera quitándose ese sombrero vaquero y dejando en el piso aquella pala enorme que me dijo era carrilera.
Estábamos frente a su casa y claro, se preocupo de tener visitas así que de inmediato se presentó y nos preguntó si lo buscábamos a él. Claro, tremenda cordialidad no podía esperarse menos de un campesino de 70 años de edad.
Me dijeron que usted es poeta - le pregunté.
Di, eso dicen - mientras se sacudía el pelo y el sudor que corría por su frente - Yo nunca he leído un poema, porque no se leer. Pero me gusta echarle piropos a las muchachas y darle gracias a Dios y a la naturaleza de tenerme con vida y darme algo que comer todos los días.
Yo inmediatamente le dije, écheme uno a ver como es la cosa. Y se rajó con esta:

No se me recientan señores por lo que le voy hablar,
Y es que soy campesino y tengo mucho que hablar,

Creo que en esta nación ya no se puede trabajar,

Salgo a comprar una pala para labrar la tierra
y ahí mismo me cargan de impuestos y de esa forma
Me dan la guerra

Y cuando llego al mercado a ver como vendo mi cosecha
Llega el intermediario y de mi vida se aprovecha

Los diputados quieren un aumento y no saben que en el campo
Mis vecinos no ven el alimento


De verbo sencillo, ya con un fresco de granadilla en la mano y un arroz con pollo pagado hacer con la vecina de al lado, me siguió contando acerca de cómo nació esto de hacer coplas y poesía. De cómo la soledad de su casa en ese momento le ayudaba a concentrarse a “hacerle la fuerza” porque estaba agradecido con todo lo que tiene, con lo poco que tiene. Es feliz con eso.
Un enigma de inspiración, ya que la letra sale sola. Algo lleva por dentro que le hace fácil hacer frases, prosa y mejor aun no le teme pararse en medio de la gente a decir su arte.

Ese mismo año tuve la suerte de conocer a don Armando Chacón, quien llego hace mas de 30 años a vivir a Sarapiqui en Heredia. Ahí me mostró como con un gran talento que ya traía desde niño en su natal pampa guanacasteca, continuó el trabajo de su familia haciendo marimbas.
Una labor nada fácil que a través de los años perfeccionó, convirtiéndose en los pocos artesanos de la zona en mantener viva la tradición de la marimba. La misma con la que se acompaña para cantar, la misma con que sale a hacer sus chivos de música típica, la misma con que comparte tambien su nieto, que ahora es su gran aprendiz.

Tuve la oportunidad de conocer al profesor Alfonso Quesada Hidalgo (q.d.D.g), uno de esos ciudadanos a los que correspondió rescatar el sentimiento nacional a través de su música y su prosa, en especial por encargarse de recuperar y difundir el ritmo nacional “Tambito”, mediante su música a través del conjunto “Los Sukias” junto a mi padre Carlos Rodríguez Vargas. Quienes oyendo la música folklórica extranjera, el profesor se lamentaba de que no se diera a conocer la música folklórica de Costa Rica y se dijo a sí mismo “algún día, yo me voy a dedicar a difundir nuestra música.

Y así lo hizo toda su vida, mientras escribía también libros tratando de darle identidad a un pueblo que parecía regalar su cultura al mejor postor. Sus discos y libros son el resultado de un trabajo del que nunca espero ningún reconocimiento. Hoy el grupo “Los Sukias” continúa de la mano de sus herederos, Juan José Méndez y mi padre.

Todos ellos nos transmiten un legado. Y en español.

Cada vez que recuerdo lo titanes que son en un mundo desconocido para la mayoría de los jóvenes costarricenses, me siento orgulloso de también tener la posibilidad de crear canciones, letras y música. Todos ellos me inspiran.

Un orgullo que no puedo explicar con palabras.
Orgullo de ser como ellos, costarricense.
Orgullo de escribir y cantar en español.

Dùo Los Sukias

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